De memoria

La agencia maldita…

Carlos Ferreyra

Fue en 68, Notimex nació incluso en el mismo edificio de Insurgentes Sur, con el Canal 8, TIM, Televisión Independiente Mexicana.
Como jefe de la oficina de Prensa Latina para México y Centroamérica, tuve la satisfacción de ser invitado por el director de la naciente empresa noticiosa, a un intercambio de puntos de vista.
Me impresionó el joven heredero de un aplaudido actor de origen cubano, ambos Enrique Herrera, el menor, Brusquetas. El neoperiodista había hecho carrera al lado de Luis Echeverría, titular de Gobernación.
Me parece recordar que la creación de ambas instituciones germinó en la mente de Mario Moya Palencia quien consideraba necesario que el gobierno, el sistema, tuviese una voz ante los desafortunados sucesos que culminaron el 2 de octubre y prácticamente fueron sepultados por los Juegos Olímpicos.
Se asignaron salarios decorosos a los reporteros, pero la inexperiencia los llevó a trabajar al ritmo y en los tiempos de los médios comerciales.
De nada servía la información que en pluma de sus propios reporteros ya estaba en prensas. Las agencias internacionales igualmente desechaban los materiales de Notimex, con la que nadie aceptó firmar convenios.
La agencia manejaba los boletines oficiales que ya estaban en las redacciones.
La historia es interminable, se decidió dejar en calidad de empresa privada con apoyos surgidos por virtud de Biribirloque, aunque se sabía que los fondos procedían indistintamente de Presidencia y Gobernación.
Hubo ciertos manejos medio mafiosos en maños de veteranos periodistas, hasta que no se recuerda cómo llegó Pedro Ferriz, un locutor cuya anécdota predilecta era recordar a un colega de apellido francés, que en un anuncio recomendaba un perfume “pour homme” (para hombre) y paladinamente lo traducía: “pobre hombre”.
La salida de Herrera no recuerdo fecha ni circunstancias. Fue marginado, agredido y desde luego una enorme pérdida, era un hombre culto, inteligente y con principios, no aceptaba determinadas posturas oficiales.
La de Ferriz seguramente fue la peor etapa de Notimex, exceptuando la actual que linda en criminal, con un sujeto que abusó de las relaciones de la institución para beneficio propio y familiar.
Autos de importación prohibida, contratos con dependencias oficiales realizados por la agencia y facturados por su empresa de publicidad.
Viajes con cargo al presupuesto tanto para sí como para su esposa que era clienta predilecta de Neiman Marcus y otras tiendas que cargaban las facturas a una tarjeta de crédito empresarial.
La señora además contaba con vehículo manejado por una hermosa joven a la que becaron para estudiar holografía. Al regreso a México, a La Niña le siguió una demanda de cien mil dólares por un accidente en auto. El director, para entonces don Miguel López Azuara, tuvo que apelar a la Cancillería para demostrar que la joven no era empleada.
El día que López Azuara se hizo cargo de la agencia, nos enteramos entonces, no era oficial, no tenía subsidio ni presupuesto y de hecho por tales razones no se hizo el protocolo que incluía el inventario.
Tras el coraje inicial de don Miguel, luego todo fue risas. Visitamos la sala de televisión, donde estaban aquellas cámaras gordas, pesadísimas, que requerían de un cuije para moverlas con los gruesos cables.
Armando López Becerra, que dedicó incontables desvelos para planear lo que a final de cuentas se convirtió en un programa cuya transmisión estaba en la decisión de doña Margarita López Portillo.
Eufórico, Armando dio un par de pasos simulando bailar y se detuvo en una de las cámaras. Alguien, cerca, alcanzó a detenerlo.
No había cámaras, sólo las cáscaras igual que el tablero con muchos botones de colores pero huecos por detrás.
Siguió una breve relación por la que se detalló la existencia de decenas de televisores, monitores de colores y el extravío o robo de dos unidades de transmisión remota.
Una de las unidades, monstruosa, no tenía equivalente en el país, incluía un foro para noticias o espectáculos ligeros. Nunca la recuperamos.
La otra, con dos cámaras, la localizamos escondida en un estacionamiento cercano, propiedad de un jefe de la policía. Hubo problemas hasta que el inefable Negro Durazo mandó una escuadrilla de grúas, un escuadrón de motos y patrullas como para poner en orden hasta a Ovidio.
El jefazo sin darse por enterado de quien organizó el rescate, se presentó en mi oficina y a la primera amenaza, la adjunta a mi cargo, sin decir nada marcó a Durazo y luego simplemente le indicó al energúmeno: le llaman de la Jefatura.
El mensaje fue simple. Presenta tu renuncia si quieres dedicarte a tus negocios. El estacionamiento estaba o está frente al Teatro Insurgentes que hace esquina con Barranca.
La eficiente colaboradora, Lourdes Sánchez Franco, invaluable funcionaria en la Cancillería y en Notimex.
En la redacción y pese a las maromas que debamos hacer para conseguir dinero, los salarios se triplicaron, pero bajo advertencia de que no se admitirían Chayos a ningún nivel.
Los reporteros felices, pronto pasamos de 40 servicios vendidos, todos a oficinas de prensa que ni siquiera conectaban los teletipos, a 110 medios impresos y media decena de estaciones de radio.
La agencia salió de su catafalco, los reporteros y colaboradores estaban de plácemes y teníamos más solicitudes de conexión, plumas como Ricardo Garibay, Granados Chapa y otros más, eran codiciados.
No pudimos ampliar más la difusión, porque la mayor parte de quienes se acercaban, principalmente medios de provincia, pedían el servicio gratis o, como se trataba de una agencia del Gobietno, pretendían que se les pagara.
Infinidad de aventuras, experiencias y más, que hicieron de esta parte de la historia profesional de quienes allí estábamos, algo inapreciable.
Brinquemos toda esa etapa, salpicada por la lucha que emprendieron dos sujetos amorales, ambiciosos, que querían la agencia a su servicio: Manuel Alonso Muñoz que con el tiempo se apropió de Unomásuno y sus instalaciones, y Manuel Bartlett Díaz, ajonjolí de moles políticos, narcos y hasta criminales.
Lo dejaremos para otra entrega…
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