Opinión

De memoria

La Agencia, segunda parte...

Carlos Ferreyra

Hasta la fecha, ningún gobierno entendió la utilidad que brinda Notimex, tanto como ventana hacia el exterior como canal de comunicación con los gobernados.
Entre el mundo de directores que tuvo, se cuentan con los dedos de una mano los que merecen un reconocimiento profesional.
Eran de paso efímero. Causaban desorden en la placidez tricolor así que eran prontamente sustituidos por bucaneros asaltando el tesoro nacional.
Ni unos ni otros aprovecharon los vínculos suscritos con ANSA y con EFE. La primera italiana y la segunda española, que nos abrían sus líneas para difundir en aEuropa nuestra información.
Eso exigía un trabajo especializado, que, aparentemente nadie quiso asumir. Lo mismo pasó con las asociaciones de agencias del Tercer Mundo y la agrupación de medios árabes y asiáticos.
Toda esa labor se diluyó en las manos de Manuel Alonso que se apropió de una organización continental a la que había otorgado impensables recursos.
El hecho es que después de tantos avatares, los trabajadores vieron un rayo de luz, de esperanza.
Gran número de ellos se sumaron a los cortejos de López Obrador suponiendo que era un hombre inteligente le importaría aprovechar al máximo ese recurso informativo y publicitario.
Desconocedor, nombró directora a una señora de carácter feroz, oriunda profesionalmente, de Nuevo León donde saben que inventado el periodismo.
Por razones que no sabemos, la señora de exótico nombre, Sanjuana, siente fobia por los informadores mexicanos.
Corchetito cultural. Cuando se aplica una cueriza a un niño rebelde, se dice que lo sanjuanearon. Eso…
Llegó, se atornilló en su sillón y comenzó a desmantelar la agencia. Tarea en la que mostró a su patrón una impresionante habilidad.
No importó traicionar a quienes le habían brindado apoyo incondicional al dueño del balón. Le permitieron obviar laudos a favor de trabajadores, limpiar sus excrecencias con páginas de la Constitución y, sobre eso, perseguir judicialmente a quienes mostraban rechazo a su autoritarismo.
Como es su costumbre, el mandatario volteó a mirarse el ombligo. Los trabajadores tienen más de mil días en huelga. No hay organismo terreno, humano o divino que los ampare.
Viven con el temor de finalizar sus días en una oscura prisión por órdenes del mandatario o decisión de la cacique. Sus días los pasan en el gélido clima lluvioso, perseverando con valor y honestidad, bajo unas precarias carpas callejeras.
Seguiré mi relato al revés: nos habían informado que por los aguacates de presidencia, léase Manuel Bartlett, don Miguel López Azuara y su tribu se irían a ondear changos por la cola.
Menos coloquial, que todo el equipo sería sustituido por Héctor Manuel Ezeta, sirviente del titular de Gobernación. Llegaría con una pandilla de cuates maestros en hacerle al Tío Lolo.
Rodearon una mesa que estaba en la oficina principal, y comenzaron a desplegar enormes hojas cuadriculadas que se intercambiaban felices por sus aciertos.
Pude presenciar ese circo porque Bartlett hizo una excepción, yo. El nuevo director me dio la noticia con gesto magnánimo frente a sus achichincles.
Conservaría mi salario, dejaría de intervenir en la información y quedaba “a disposición” del funcionario.
Dije gracias y advertí que estaría en la agencia hasta ver qué no cometieran una desgraciadez contra mi jefe, don Miguel.
Ezeta preguntó a qué me refería. comenté que sus paniaguados estaban elaborando un documento con posibles sustracciones de bienes de la empresa.
Expliqué que la agencia era privada, entre los socios y propietarios estaba López Azuara, Armando López Becerra, José Carreño Figueras y yo.
Entregué una copia del documento con los bienes recuperados y de donde.
Las razones de nuestro despido me fueron platicadas por Manuel Alonso, que en las vencidas perdió con su tocayo, quien sin procedimiento legal, afilió a Gobernación la agencia y la dotó de un suculento presupuesto.
Suficiente para comprar edificio, una casona propiedad de una tía del director, y que los terrenos rescatados en la cuadra final de Amores, por gracia de la Madre Matiana, se los apropió y allí construyó unos condominios.
Quizá fue la semillita que dio origen al frondoso árbol inmobiliario del hoy dueño de nuestra electricidad.
Alonso en su plática narro un incidente noticioso, pretexto para chillar al presidente De la Madrid y quejarse de que no le hacíamos caso.
De hecho no atendíamos consejos, instrucciones o comentarios de oficinas públicas. En Gobernación Mauro Jiménez se desesperaba ante nuestro regocijo.
Los domingos, como pueblerino, don Miguel salía pitando a Tuxpan, Veracruz. Yo agarraba mi moto y me desaparecía hasta la hora de la comida que compartía con mi familia.
Pepe Carreño, un señor con muchas horas en agencias internacionales francesa y española, asumía la dirección.
Ese día unos infames pescadores guatemaltecos secuestraron y llevaron a su país a la tripulación de una cañonera de la Marina de Guerra mexicana.
Carreño con la cabeza fría y la experiencia a flor de piel, asumía su responsabilidad . Investigó quiénes podrían explicar el incidente.
No recuerdo detalles, pero algún hombre de ciencia nacional y alta jerarquía chapina , coincidieron en que la zona no estaba claramente delimitada.
Los marinos con Armas en mano abordaron, supuestamente sin razón legal, al pesquero que se limitó a dar la vuelta y llevar a todos al sur.
Mauro se desbarataba por qué localizara a Miguel y que por lo pronto no saliera una sola palabra en la línea. Por supuesto estaba al tanto, creo que se divertía con tanto circo.
Siguiendo con su tarea, Pepe llamo a Agustín Gutiérrez Canet portavoz de la Cancillería, al que leyó el cable circulante. Le pidió comentario oficial.
Oro molido para Relaciones Exteriores que evitó un posible diferendo entre ambas naciones. Ese era nuestro argumento: servir a los lectores y a los intereses nacionales dentro de un marco correcto.
Enfático, Alonso me explicó casi con peras y manzanas: eso, Carlos, le dieron el as ganador a otra instancia y la quería Gobernación. Eso nunca se los iba a perdonar mi tocayo.
¿Y saben qué sigue? Que la entenada del averno a la que nadie pide cuentas, agarrará sus ahorros. :No habrá justicia, nunca la hay y sí, estoy entre triste y furioso…

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