Opinión

De memoria

El dedo sin atole…

Por Carlos Ferreyra
Han pasado tres años en que la gente ha tragado pletórica de felicidad, el atole que le han recetado; se acabó el atole pero ya salió la Vitacilina, ungüento del gusto y cotidianamente recomendado por los Solovinos de la Cuarta Transformación.
Cínica, descaradamente, el partido Morena esta organizando su consulta, la de la continuidad en el mando. Del resultado de esta experiencia se decidirá convertir el instituto político en organización de masas en la que habrá un sólo líder, López.
Será un movimiento como el peronista pero sin Perón. Tendrá su equivalente a Evita y aglutinará a todas las fuerzas vivas, obreros, campesinos, intelectuales; indispensable para esta etapa la participación subordinada de todos los partidos rémora.
Un recuerdo: isabelita, la pareja del deteriorado anciano que regresó nada más para bien morir y dejar en la Casa Rosada a quien comenzó su salto a la fama como barragana del general, exiliado en Panamá y luego refugiado en España, acostumbraba tomar por las orejas al ya entonces su marido. Lo besaba entre el endemoniado concierto de bombos. Era deplorable pero la chusma enloquecía.
La novedad esperada, es la insistencia de cambiar la consulta por la revocación, a la consulta por la continuación, esta parte no sólo engañosa sino como les es normal, atropellante de una Constitución que fija los mandatos presidenciales por seis años y no establece mecanismos para cambiar esa ley.
En los perversos cerebros de quienes tienen el mango de la sartén, la mejor forma de anular al INE y demostrar que no eran necesarios los recursos previstos para la instalación de casillas, es habilitando a los centros de concentración popular en receptores de votos.
La gráfica es más que elocuente: el cartelón inicia con una petición de continuidad; sigue con propaganda abierta para Morena y solicita votar ante la canasta de tacos.
La ley fuera del alcance de los neoliberales, la maniobra sigue y la jauría se regodea pensando en lo que alcanzará que será nada.
Habemos infinidad que al desquiciamiento evidente del mandatario, sumamos la perversión de quienes lo rodean y de alguna manera lo influyen o de plano lo manejan. Visto a la distancia y frente a las nuevas perspectivas, me temo que hasta las memelas tienen un aprovechamiento ideológico.
Claudia Cheimbaun aparece comiendo tacos de canasta. Simultáneo, comienza la distribución de carteles para habilitarlos como centros de votación los expendios populares, a los que no se acercan los fifíes.
Y ¡oh, coincidencia de coincidencias! Aparece una grabación de Ricardo Monreal comiendo y recomendando las tlayudas. El también está cerca del pueblo y quiere hacerlo constar.
Marcelo Ebrard luchando contra los cuernitos y el café con leche. Pronto nos enterará cuál es su guiso nacional predilecto. Si lo hay y si no, lo deberá inventar.
En Okupa en el Palacio Virreinal sigue disfrutando sus manjares preferidos, esos que tanto gustan a la plebe y a los que no se asoman los aspiracionistas… son de barriguita muy delicada, como la de Lozoya, ése cuate de lo ajeno pero se admite el salpique.
Es obvio que nunca veremos a ningún pasajero de auto encharolado con chofer, bajar para comer a media calle un antojito. A lo mejor los disfruta en la discreción hogareña, pero una duda: ¿por qué la insistencia en retratarse comiendo, en un país con 50 millones de marginales?
Sepa la bola, decían los revolucionarios, hoy lo sabe el denominado Peje…

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