De memoria

Perú tiembla…

por Carlos Ferreyra

Transcurría mayo de 1970. Con mi colega chileno, Sergio Pineda, compañero en la corresponsalía de Prensa Latina para México y Centroamérica, reportábamos los incidentes del gobierno militar de Juan Velasco Alvarado.
La noticia agarró al gobierno sin idea de qué se trataba y a los periodistas con la razonable duda de un manejo sesgado, de una clara maniobra de las agencias imperiales (gringas) para desestabilizar al gobierno, de abierta filiación izquierdista.
Desde luego se había registrado un terremoto cuyos mayores daños deberían haberse dado en la zona del Huascarán, el gigante helado, ¿pero toda una ciudad desaparecida?
Lo pudimos constatar cuando aviones militares sobre volaron la región: el Callejón de Huaylas, entre dos macizos montañosos de los Andes, había desaparecido.
Y con él la ciudad de Yungai, con sus 70 mil habitantes enterrados en centenares de metros del lodo deslizado principalmente de la cumbre helada del Huascarán.
Caso emblemático de lo que significa la vida humana para quienes disputan políticamente.
En la embajada de Estados Unidos, creo que en Miraflores, albañiles rubios todos, con overoles cerrados, la pipa en la boca, enjarraban la fachada. Y revisaban cada milímetro del interior, dado que el fantasma de Fidel Castro, Belcebú en versión humana, rondaba por el país.
Pero a nadie se le ocurrió, excepto al general Velasco Alvarado, enviar auxilio a las víctimas. No hubo comités internacionales y los limitados recursos enviados por Cuba chocaron con una espantosa realidad.
El Callejón era una superficie plana, limpia, sin indicio alguno de lo que guardaba en su seno. Personal y equipos fueron trasladados a poblados cercanos que igualmente habían sufrido estragos.
La cifra era espantosa, increíble, cierto, 70 mil seres humanos enterrados vivos. La información inicial la había difundido Alas para el Socorro, una organización dependiente del Instituto Lingüístico de Verano, los Traductores de la Biblia Radclyfe que ya se aposentaba en México, América Central, Colombia, Ecuador, Brasil y varias otras naciones.
El Instituto contaba no sólo con aviones sino con un moderno sistema de comunicaciones del que carecían casi todos los países donde lograban ejercer su poder político—religioso.
En México el ejemplo en Chiapas donde el hospital de la Yerbabuena, atendía a los naturales a los que además gratificaba si aceptaban experimentar con medicamentos nuevos.
Las consecuencias las vivimos no hace mucho, con las matanzas entre evangélicos y católicos. Incluso dentro de recintos religiosos y mientras se celebraban los ritos.
Hace 51 años sucedió la monstruosa tragedia que, a la fecha, no aparece en ninguna recopilación de efemérides. Quizá por ahí, aislada y sin mayor contexto. Los muertos casi en su totalidad, eran indígenas serranos.
Ese criterio discriminatorio sigue. En Retamas, al norte, sucedió el martes apenas, un deslave que de acuerdo con primeras informaciones, arrasó o enterró cerca o más de 70 viviendas. La estimación increíble de desaparecidos, oscila entre siete y quince.
Pero la atención publica esta puesta en la concurrencia del presidente Pedro Castillo ante el Congreso, y los daños muy menores de un temblor que escasamente alcanzó los cuatro grados en Lima.
Nuevamente los indígenas serranos son desaparecidos del mapa político. Entre los inmuebles arrasados esta un edificio de varios pisos. Inconcebible que en 70 viviendas y un edificio de varias plantas, sólo haya un desaparecido por cada inmueble. Esperemos el informe final y ojalá las cifras oficiales sean correctas.
El deslave fue ocasionado por intensas lluvias y estaba de tal manera prevista la desgracia, que fue captado desde dos ángulos, de frente se muestra la espantosa imagen de las casas paulatinamente devoradas por el alud…
La foto: allí estaba Yungai con sus 70 mil moradores.
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