De memoria

Desbaratando sueños…

Carlos Ferreyra

 

Rocío es el apelativo de la quejosa, que se limita al hecho escueto y por lo mismo incontrovertible.

Lo publicó en tuit y el cúmulo de comentarios es digno de una recopilación de sandeces y dichos sin mayor intención que descalificar a quien no se queja, platica una experiencia:

Nos obligaron a aterrizar en el AIFA, nos contrataron un camión hicimos más tiempo del AIFA al AICM que de Cuba a México, y conste que fue de noche sin tránsito, cuesta trabajo aterrizar, es muy riesgoso, no hay servicios, es ineficiente

La cuestión del traslado se explica porque, increíble, no hay migras ni aduana disponible en el mejor aeropuerto de Latinoamérica, repito lo que aseguró el presidente López.

Geniales los defensores, aducen que ellos han viajado muchas veces desde y a la terminal aérea Felipe Angeles.

Y con tono prepotente, califican de aspiracionistas a los que reclaman hasta la ausencia de la dama de las tlayudas. Parece que hay crisis de comederos.

Repiten la terminología oficial, lo que cotidianamente dice el Okupa del Palacio Virreinal y que expresa sin entender los significados.

Sería interesante pedirle que precise el alcance de sus palabras cuando piensa que insulta a alguien aplicándole esa palabra o llamándolo neoliberal o fifí.

Lo cierto es que los frustrados aspirantes a seres humanos comunes, pueden seguir soñando con los muchos vuelos que realizan con base en Santa Lucía, pero mentirosos sin redención, deben asumir hoy que la terminal ya es camionera y no avionera.

Y ocasionalmente arena de lucha libre de acceso gratuito pero, de hecho, casi sin público.

Curioso, otro sueño de verano también está en un tris de irse al caño. La fabricación de combustibles que apenas va a la mitad, ya consumió la totalidad de recursos presupuestados, por lo que se ha creado una ampliación de unos cuántos centavos: 14 mil millones de dólares.

Algo así como un poco menos de 300 mil millones de pesos. Un pelo de rana en la concepción financiera del autor de esa idiotez.

Marcelito, el francesito apasionado, promueve los autos eléctricos en sociedad con unos hermanos de apellido Gotfried.

Ebrard siempre ha sido tortuoso y oportunista. No importa lo que haga o lo que no haga, se mantiene en perpetuo equilibrio.

Don López no quiere coches que no sean de gasolina, pero Chelito conoce de primera mano la legislación yanqui que prohibirá los motores de combustión interna. Y será en no muchos años.

Por hoy, Marche se conforma con unos autitos de patente boliviana, pequeños, austeros y que son, con toda la simpleza tecnológica posible, cajitas de pilas con cuatro rudas.

Autonomía, apenas cien kilómetros pero como buen vendedor de casimires casa por casa, Marce sabe que una vez entreabierta la puerta, se mete rápidamente una pata para que no cierren hasta lograr la venta…

Salir de la versión móvil