Rerum Novarum

Héctor Carabantes Piñón de “rojillo” y líder sindical a sacerdote en Nezahualcóyotl

De ser “rojillo” por simpatizar con la ideología marxista y líder sindical de la extinta Ruta 100, Héctor Carabantes Piñón se convirtió en sacerdote hace 30 años, ahí encontró su vocación para ayudar a las personas.

Eugenia Jiménez Cáliz

A tres décadas de haber sido líder sindical, consideró oportuno que los trabajadores se empiecen a emancipar como los petroleros y los de  General Motors quienes “hartos del sindicalismo charro y  del dictador que ya tenía muchos años con ellos” se decidieron por un cambio.


De permanecer sin renovarse “uno se va planteando que las puede todas y se engolosina del poder. Por eso, para mí es bueno que haya una decisión democrática que  no se sigan pasando los puestos de persona a persona, de familia a familia y de cuates a cuates” como sucede.

Carabantes Piñón creció en una familia católica tradicional, su papá fue acólito de la iglesia y se sabía toda la misa en latín, su mamá acudía a misa todos los domingos. A los 12 años empezó a alejarse del catolicismo y a conocer los textos de Carlos Marx y Lenin simpatizaba con esa ideología que planteaba la emancipación de todos “no precisamente en una acción política, religiosa y de trabajadores sino en una emancipación de nosotros mismos como personas

Al ingresar a la Preparatoria Número 2 de la UNAM, se interesó más por el sindicalismo en el país, ahí conoció a líderes como Evaristo Arreola y Valentín Campa que formaba parte del Partido Comunista Mexicano.


Partido en el que militó y fue presidente del Comité Estudiantil Socialista, en esos tiempos afirmó “era totalmente un rojillo, un comunista, la iglesia o la religión para mí como decía Carlos Marx era el opio del pueblo”

A los 17 años ya trabajaba en la Ruta 100 cuando se empezó a crear el sindicato, ahí la mayoría de los trabajadores eran adultos y “me decían Niño échale ganas, porque ellos no querían ese compromiso” así llegó a ser líder sindical del módulo 6 administrativo y presidente de la Comisión de Escalafón de Empresa y Sindicato para regular los salarios a todo el Distrito Federal.

Nunca aceptó una cartera de secretaria sindical, porque “desde ahí empecé a ver que todo se manejaba por convenios o concesiones” eso no le agrado.

Su lema como fue “el sindicato no está para alcahuetear a nadie” a los trabajadores siempre les decía en una empresa “somos como los marineros en una barca, si todos remábamos parejos la barca siempre va a flote y el capitán tenía que estar agradecido, porque sacábamos a flote el trabajo y entonces tenemos el derecho de poder exigir. Para mí ese es el sindicalismo puro y honesto, no nada más el buscar”

En el inicio de la década de los 80´s pese a tener un buen salario y ser líder sindical, se sentía vacío y continuaban los enfrentamientos con su papá por no practicar el catolicismo “hasta me corrió de mi casa varias veces”

Para evitar problemas acompañaba a su mamá a las misas dominicales y por los mensajes que escuchó se propuso buscar quién era “ese Dios que nunca nos deja”. Ese pensamiento lo llevó a integrarse a  iglesias evangélicas la pentecostal y la  adventista, también fue con los Testigos de Jehová, “pero ninguna de éstas me satisfizo”

Comentó que se empezó a involucrar con las actividades de la iglesia católica por querer conquistar a una joven que participaba en éstas, como levantar la basura de la colonia que aún no estaba pavimentada, visitas a los orfanatorios y los asilos.

Al concluir la carrera de Derecho a los 22 años decidió ingresar a un curso al seminario, porque entonces quería comprobar que Dios no existía como lo había leído en los textos de la preparatoria.

Un año antes de concluir sus estudios teológicos pensó en no concluirlos, pero decidió continuar y tuvo la oportunidad de conocer al papa Juan Pablo II en su segunda visita a México en 1990 donde fue su acólito en una ceremonia.

Con una trayectoria de obras sociales en su templo de Cristo Rey ubicado en Nezahualcóyotl  municipio de los más violentos del país, Carabantes Piñón envía un mensaje a los líderes sindicales, que “se llaman libertadores o liberadores de la clase trabajadora, sean honestos, no beneficiarse personalmente, los trabajadores tienen derecho a un salario digno y a no ser explotados”.

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