Datos duros

La rebelión Marcelista

Todo parecía indicar que el ex canciller había entendido por fin, que el único camino para ser candidato y eventualmente presidente de México era haciendo lo que le enseño el presidente, encabezar un gran movimiento y volverse un dirigente social. 

Agustín González C.

 

La cosa es que no es tan fácil hacerlo como decirlo, Marcelo Ebrard egresado del colegio de México, parte de la vieja élite priista, solo conoce a los movimientos sociales desde los espacios de poder que ha ocupado transexenalmente.


 

Una de las apuestas de Andrés Manuel en el debilitamiento del viejo régimen fue la democratización del dedazo, es decir, generó mecanismos que diferenciaran la sucesión presidencial de los viejos regímenes, y estar o ser parte del gabinete dejó de tener el significado qué algún día estableció Don Fidel Velazquez, ya no fue suficiente estar en la foto.

 


Marcelo fue jefe de gobierno de la Ciudad de México, a propuesta de Andrés Manuel, porque era la candidatura que la izquierda necesitaba para mantener la ciudad, pero Marcelo no solo no continuo con el proyecto de largo aliento iniciado por Andrés Manuel, en su afán de ser bien visto por la clase media, se alejó de los compromisos con los más pobres que lo llevaron el poder y dejo a la capital en manos de la derecha.

 

Marcelo estaba convencido que en el 2012, él sería el candidato a la presidencia, los que estuvimos cerca podemos constatar y dar fe, del gran berrinche que protagonizó cuando, aferrado a sus propias encuestas, tuvo que dar paso a la candidatura de Andrés Manuel.

 

La generosidad de Andrés Manuel al incluirlo en su gabinete debió leerla como una invitación a regresar al proyecto de largo aliento, no solo a formar parte de la caballada de los presidenciables.

 

Aún así, le guste o no a Marcelo, las reglas y el piso parejo se cumplieron cabalmente, Marcelo nunca pudo remontar una encuesta, desde el principio se fue un segundo lugar lejano permanentemente del primero.

 

Marcelo está acostumbrado ha operar como en el tricolor; sembrar equipos, pagar estructuras y movilizar con la distribución de recursos y apoyos en especie. Desde hace dos años, después de la elección intermedia, envió representantes a las treinta y dos entidades, y estos iniciaron la formación de una estructura distrital y circunscripcional que, eventualmente  debía garantizar el posicionamiento de su candidatura.

 

Evidentemente no le funcionó, sus bien pagados operadores no tuvieron la convicción suficiente para convencer en los distritos y municipios que la ola Marcelista era la portadora de la buenaventura.

 

Marcelo no ganó la encuesta y entonces se rebelo, convocó a sus seguidores a constituir un movimiento que, como el de Andrés Manuel lo llevará a la presidencia de la República. Así qué, es posible qué Malú Micher encabece al bloque negro o a las nuevas adelitas en las luchas por la defensa energética o, que José Ángel Avila empuje la reforma laboral que las obreras y obreros mexicanos necesitan y por supuesto que Carlos Candelaria desate  un gran movimiento juvenil  contracultural.

 

Cómo no tienen la menor idea de lo que es un movimiento social, ya sabemos la ruta qué seguirán: hay que armar una estructura que esté soportada por suficiente legisladoras y legisladores, que esté incluida en los gabinetes estatales y en el federal y entonces, le disputarán a la cuatro T la construcción de un proyecto alternativo.

 

Por eso hay que presionar, para negociar, para no estar fuera del presupuesto. Para dar cause a la gran rebelión Marcelista.

 

 

 

 

 

 

 

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