Carlos Ferreyra
Mientras recobramos la claridad visual, juguemos a lo que llamaré memoria visual.
En la foto, muy atrás se admira una cordillera que en días soleados y transparentes luce maravillosamente.
Sobre el edificio, el magnífico Popo, Don Goyo, y a la izquierda, la mujer dormida que por extraño que parezca nombran en masculino El Izta.
Sobre la cumbre de esa montaña andrógina, suele extenderse una línea de Plata, su cima nevada.
El inmueble de referencia, está en la carretera vieja a Toluca. A los Dos se suceden decenas, quiza un par de centenares de edificios iguales.
Nadie con una pizca de cerebro, querría vivir al borde de un camino ruidoso, repleto de baches, con inacabable sucesión de estruendosos camiones cargueros.
Las torres se observan casi vacías, nadie compra pero tampoco alquila. Parece que se trata de proteger inversiones, esto es, no son edificios para venta sino solo lavanderias.
El alcalde de Cuajimalpa, un atlético jovencito de ojos azules, como su paradigma dedica su tiempo en admirarse y poca o ninguna cuenta le cae encima.
Más acá hacia mi cuarto de azotea, un bosquecillo que está siendo atacado por constructores. Claramente se observa el avance lineal de varias casas. Avanzan como lo hace el Colegio Judío vecino.
El arbolado tiene una barranca de la que se han apoderado grupos de supuestos marginales sociales, que usan claves para intercommunicación externa.
Con cohetes durante la noche y también en el día, contolan los turnos de vigilancia policíaca. Los ligan abiertamente al paso de las patrullas.
Sin explicación razonable, la calle de Echanove es transitada a toda hora por una cauda de coches policiales, siempre con la sirena a todo volumen. El güerito sigue buscando su mejor ángulo para enamorar a los votantes. Quiere ser gobernador y luego, ¡al infinito y más allá..!
