Opinión

De memoria

Óscar Niemeyer emblema universal de la arquitectura fue el creador de la ciudad de Brasilia, obra muy elogiada pero que a mi juicio significa el divorcio total entre sus habitantes

Carlos Ferreyra

 

La ciudad está integrada por bloques de edificios separados por bestiales avenidas anchísimas y cada grupo de edificios representa un barrio que guarda la enemistad apropiada con los otros conjuntos.


 

Para evitar asilos políticos prohibió encerrar las embajadas en bardas y se limitó a establecer diferentes niveles para distinguir las propiedades.

 


Debemos culpar a Niemeyer de lo que ya sucede en México. En un conjunto de tres vecindades verticales se puede vivir sin conocer a uno solo de los ocupantes de las doscientas viviendas que la componen.

 

De hecho los únicos que se saludan y mueven el rabo son los perros que son llevados a una área donde pueden hacer todas sus porquerías y juguetear un poco entre ellos. Camina el inquilino hacia la cancha de tenis y emite un saludo entre dientes cuando se cruza con quienes ya terminaron de jugar.

 

Lo mismo acontece con el gimnasio, la sala donde hay un billar y una modesta mesa de boliche. Ahí mismo se puede jugar tenis de mesa o juegos como baraja o cualquier otro similar.

 

Los habitantes de estas vecindades muchas veces al estar parados en uno de los jardines o dentro del gimnasio agachan la cerviz y hacen como si estuvieran en una importante llamada telefónica.

 

Los lavaderos en las viviendas principalmente del centro y el norte de la ciudad eran el punto de reunión, la verdadera convivencia entre seres humanos que practicaban la comunicación en forma directa sin necesidad de artefactos electrónicos y siempre mirándose al rostro.

 

En los lavaderos se conocían todas las noticias que se pudieran interesar sucedidas ahí mismo en la calle, en el barrio, en la colonia, en la ciudad y hasta en el país. Digamos que suplían con gran ventaja por su toque humano al Facebook y a las redes sociales.

 

Cada vecindad era identificada por su principal característica, a nadie se le ocurría usar el nombre de la calle o el número donde estaban ubicadas. La Casa Blanca, el Corralón, el Castillo y la Canchola.

 

Nunca conocí ninguna vecindad que tuviese quinto patio como afirma una popular canción. Si acaso eran dos bloques, dos grandes patios donde los lavaderos marcaban la línea divisoria entre las viviendas de un lado y otro, y que se ubican en la planta baja y arriba a donde se accedía en una escalera que se bifurcaban a los lados.

 

La vida en comunidad significaba que fiestas y pesares se gozaban y se sufrían juntos, las fiestas patrias y las posadas completas se realizaban entre los lavaderos y las viviendas donde ubicaban sillas, mesas y los antojitos que cada señora aportaba para el festejo.

 

Eran fiestas de hermandad que no dejaban ocasionalmente de dejar algún cliente para el hospital o para el campo santo. Momento en el que sin acordarlo todo mundo se volvía mudo y ciego, nadie vio lo qué pasó, nadie sabe quién fue.

 

Cuando un ocupante tenía una situación complicada fuese en lo económico o en su seguridad la comunidad completa se sumaba al auxilio de quien lo necesitaba.

 

Las vecindades con sus lavaderos están desapareciendo, lo que representa la pérdida de una de nuestras más queridas tradiciones, reflejada en las películas de la época de oro del cine mexicano.

 

La pertenencia a una vecindad era motivo de orgullo y causa de enormes peloteras que se armaban en las calles al calor de unas copas cuando los chavos de una llevaban serenata a una niña bonita de otra.

 

Sea lo aquí apuntado un alegato para condenar al arquitecto brasileño, al que tanto festejan en el mundo sin considerar que el hombre logró separar a familiares y vecinos.

 

No exagero, hay familia que vive a unos cuantos metros y que nunca se buscan si se encuentran se saludan, quizá se den un abrazo y manifiesto su gusto por saber que su familiar todavía mueve una patita.

 

Niemeyer cuando sea juzgado si es que no lo fue ya será enviado al más oscuro rincón de los antros infernales donde lo acompañará en el futuro y por similares razones Carlos Slim vendedor de sistemas de internet y celulares por los que, curioso puede uno observar a ocupantes de dos mesas vecinas dialogando entre ellos vía Telcel. Haciendo sobremesa…

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