Opinión

De memoria

Los moneros

Carlos Ferreyra

Entre mis mayores orgullos profesionales, se encuentra una amistad grande con aquellos dibujantes, verdaderos artistas que además a sus obras las respaldaban con un detallado conocimiento del tema que abordaban.
A su escuela pictórica, pues, agregaban el estudio permanente de la historia de México y los hechos cotidianos que no era pretexto para el exabrupto, sino para la posición crítica pero siempre razonada
A pesar de la dureza de sus dibujos, cabe señalar que dejaban la bilis en la calle. Éste control derivaba de las mesas y reuniones de estudio. Aquí también cabe la puntualización: salvo excepción, todos eran marxistas, materialistas dialécticos y creían en los hechos, nunca en versiones o trascendidos. No tenían fe, sino convicciones.
Emilio Abdalá inició una tira con el título de México a través del Chicarcas. Éxito tan rotundo que provocó a los demonios que poseían a Nikito Nipongo, director de la publicación. Que de un plumazo cortó una muy prometedora carrera.
Leonardo Vadillo y su acertada exhibición de prepotentes e influyentes. Publicaba bajo el título de Los Placachica. Entonces todo influyente era dotado de placas de circulación para sus autos, con un mínimo de números que con el tiempo y el aumento geométrico de los agraciados, fueron sustituidas por chapas con triple A.
Vi el nacimiento de Rogelio Naranjo, simultaneo con mi aparición como reportero. Juntos hicimos nuestro primer viaje internacional y en las páginas centrales de un vespertino se publicaron sendas entrevistas a él y a mi, claro.
En ocasiones en las que sobraba el buen humor y el ingenio mientras esperábamos el pago semanal, nos enteramos de los inicios de RIUS, de los Del Río de amora, con un par de obispos bajo el brazo.
La familia lo mando al seminario, donde adquirió el hábito del estudio que tan útil resultó para sus obras.
Aunque nunca lo dijo así, virtualmente huyó de las mocherías zamoranas y viajó a la capital donde con el tiempo consiguió la chamba de telefonista nocturno en gayoso. Le sobraba tiempo y en los que llamaba tiempos muertos, muy apropiado nombre para una funeraria, comenzó a imaginar cartones chistosos.
Los propuso a la revista Ja Ja donde se los comenzaron a publicar. De allí brincó a los diarios, en uno de los cuáles fue despedido por el director pistola en mano.
Se inclinó por los medios de izquierda en uno de ellos, Política, ausó la clausura del medio por orden de un mandatario de tendencias criminales Díaz Ordaz, cuando apareció en la portada con dibujo de Rius caracterizandolo como monaguillo, con baturrón sosteniendo la cadena de un incensario.
Todas estas reflexiones porque al publicar la foto de los cantores de las glorias imaginarias del gobierno, se desató un alud de mensajes fe repudio contra ellos y su descaro por exponer el sagrado, para ellos, momento de la recepción del chayo.
Lo equiparán al instante que en la Santa misa, reciben la hostia aquí los lectores se las propinaron pero en la acepción gachupina.
Para no repetir la imagen de esos pillos con los sobres amarillos repletos de billetes, buscaremos la fotos de los mismos con el mandatario. Por cierto de los cinco que eran sola mente quedan cuatro, cuatro, cuatro.

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