De memoria

Entre sotanas y uniformes militares

Por Carlos Ferreyra
Entre sotanas y uniformes militares el país retrocede a los nefastos tiempos en los que ambos poderes imponían sus condiciones. Eran intocables, pero un día se apareció un joven Juárez y como dice la canción “mandó a parar”.
En la gráfica tenemos los elementos suficientes para comenzar a recordar crímenes y masacres a cargo de los entorchados, y antes de que se alebresten, pongan en su cabecita el recuerdo del líder campesino morelense, Rubén Jaramillo.
En ese estado y aunque ya no con instrucciones expresas del mandatario López Mateos, siguen asesinando a los dirigentes y defensores del patrimonio ciudadano.
Digamos que son otros López, pero a fin de cuentas son lo mismo. Quizá peor si vemos que las sotanas bajo sus distintas siglas se han acercado al Palacio Virreinal.
Los elementos castrenses, protagonistas de mil y un atropellos, de crímenes sin cuenta y del apropiamiento progresivo de los bienes públicos que hoy, gracias al López de hoy, siempre López, mediante un bando parecido a los virreinales, se convierten en privados.
“Oid, mexicanos, deberán aceptar la creación de una nueva sociedad donde el orden debe prevalecer.
“Como garantes, los soldados nacionales y los guardias, harán lo necesario para alcanzar esta transformación. Las armas, para garantizar la paz y la concordia entre los mexicanos”.
Muy explícito y claro el secretario de la Defensa al exhortar a los ciudadanos a sumarse a la Transformación que el país requiere y propugna López, siempre López.
Cambio abierto de la responsabilidad en defensa de la Patria, de sus habitantes, por la promoción de un partido, Morena, y una intención aparentemente de transformación.
Nunca gratuito, naturalmente. Los soldados quedarán como responsables, en los hechos virtuales dueños, de las grandes obras del sexenio, mismas que ellos planean y construyen.
Cuando mencionamos a los soldados los englobamos en una expresión genérica, pero hasta hoy los beneficiados son los altos mandos, que han mandado a la opinión pública a que se rasque el ombligo mientras disfrutan de su más reciente ampliación presupuestal de cinco mil millones, advertidos de que no son justificables. O sea…
En el otro frente se sitúan los ensotanados, quienes estuvieron al borde de santificar a la madre de un violador de niños contumaz, a quien mantuvieron al lado del Papa mientras recababa fortunas que se enviaban al Vaticano.
Tras un discreto par de jalones de orejas al gobierno de México principalmente por sus dudas e indefiniciones para prohibir el aborto, así sea terapéutico, la Santa Sede, una santa que jamas cede, optó por cambiar a su representante ante el gobierno nacional.
Dueños de una experiencia milenaria, los curas se mantienen por ahora en la sombra, no molestan pero preparan a sus huestes para la lucha.
Son medio centenar de grupúsculos provida, más una extraña organización que recibe entrenamiento por tiradores de la Marina en las montañas al sur de la capital.
Lo sabe el gobierno, lo saben y protegen altos mandos castrenses que esperan, en su momento, poderlos aprovechar. ¿Nuevos guardias comunitarios? Esperemos, esto se definirá, indefectiblemente, en los siguientes tres años…
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