Opinión

De memoria

La Fenicia…

Carlos Ferreyra

Los periodistas somos personas de decisiones firmes y de poca estima en cuanto a su reflejo social. Existen los televisos que se sienten imagen de la belleza y la elegancia, pero no son vocacionales sino pretensiosos.
Habemos otros que no anteponemos el ego a las responsabilidades. ¿Y saben? Siempre terminamos con el orgullo intacto y generalmente de regreso al oficio.
Por cierto, al emblemático Manuel Mejido lo enfurecía escucharme hablar “del oficio”. Era la profesión que por cierto no era la suya, que pienso estudió ingeniería pero como reportero investigador muy pocos lo igualaban.
Para su mayor disgusto, una niña de gran alzada, rubia y juncal pero de moral extraviada, mercenaria pues, lanzó a la venta su única pero exitosa obra bajo el título de “Del Oficio”.
Vienen a cuento estas divagaciones, porque mi querido criminoso, el periodista que ha hecho un arte de la crueldad humana y una saga sin fin de los asesinatos seriales, hace saber que “La Fenicia”, abarrotes y ultramarinos finos cumple cinco semanas de inaugurada.
Karini Apodaca, por cuyos orígenes ancestrales lleva ese nombre la tienda, se muestra contenta y afirma que la progresión de la mini empresa ha sido constante.
Armando Salgado Salgado, autor de la foto característica de Genaro Vázquez Rojas, el rebelde egresado de las aulas de Ayotzinapa, para adquirir su primera cámara trabajó como taxista capitalino. Valió el esfuerzo, hoy Armando es un símbolo en la gráfica rebelde latinoamericana.
En el viejo estacionamiento luego convertido en mercado de artesanas, Julio López, “Astillero”, aprovechó el enorme portón de dos hojas donde con ganchos, colocó su tenderete.
Julio acababa de renunciar al PRI potosino que a pesar de su alto cargo en la institución, le negó la candidatura al gobierno estatal.
También estaba fuera de los medios, vista su tarea partidaria. Congruencia, sin duda, así que allí adquirí un par de chaquetas como las de Diego Rivera, y pantalones de peto y tirantes en uso entre los ferrocarrileros.
Al tiempo, tenemos a Julio y todos de acuerdo con él o no, sabemos dónde está.
Juan Ibarrola, varón de dos metros de estatura y mas de 150 kilos de peso, salió de la agencia Amex tras un incidente que involucró a Venezuela con otro país.
Juan era corresponsal en Caracas pero al regresar a México fue despedido. No se amilanó, era todo un espectáculo verlo bajar de su minúsculo Renault 4, con una pequeña tabla trasera donde transportaba deliciosos pastelillos que mercadeaba en las cafeterías del centro.
Volvió después de cierto tiempo pero optó por seguir la carrera militar, su padre fue coronel, sus hermanos tropa y él tenía gtado. Se convirtió en voz de las Fuerzas Armadas.
En distintas mesas de la Librería Reforma, tomábamos café cuando recibimos la noticia del asesinato, minutos antes, de Manuel Buendía.
En Morelia mis padres fueron abarroteros, poco tiempo cierto, pero conocimos la vida de sacrificio un comercio que no siempre es redituable.
La venta de pan que obliga a recibir el canasto antes de las seis de la mañana. El día completo casi siempre de pie, entregando y cobrando la mercancía.
En síntesis, cuando tenía que atender, doce años de vida, en los lapsos entre cliente y cliente leía, inclusive las planas con que elaborábamos cucuruchos para surtir las gramíneas.
Espero que mi querido criminoso, José Luis Durán King, no abandone sus bondades literarios en pos de convertirse en competidor de Salinas Pliego.
La tablet o como se diga en Tlaxcala, a un lado de la registradora junto a los materiales en consulta, y un ojo a la bascula, otro al cajon de los billetes y un par de teclazos.
No abandones a tus lectores, José Luis, no tienes derecho a hacerlo. Karini, en tus expresivas manos de ballerina lo dejamos. Algo más, mercachifles enriquecidos hay hasta en la chocolatería presidencial.
Tu pantano no es de esos…

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