Opinión

Entre la vocación y la academia…

Encuentro en textos pasados motivos para insistir en ciertos temas profesionales. En el presente, quiero demostrar que la academia es importante, la preparación cultural lo es más.

Carlos Ferreyra

 

Pero los salones analíticos no podrían existir sin el trabajador vocacional que corre tras la nota, sin importar riesgos ni penalidades. Esta repetición que sea un homenaje a una vida que no volverá y que los viejos reporteros añoramos hasta saltar lágrimas por él recuerdo. ¡Qué días y qué hermosa labor!


 

Sin la menor duda, el trabajador de prensa, y entre ellos notoriamente los reporteros, son ejemplo de responsabilidad, dedicación y dicho con vanidad, ejercen un auténtico apostolado.

 


En todas las disciplinas laborales se usan métodos y medios para controlar al empleado, desde imponerle o acordar un horario de actividades, así como medir en formas diversas su productividad.

 

Casos hay en los que les cuentan los clavos, o los tornillos, la superficie construída o pintada. Igual sucede con quienes prefieren ambientes pasivos y se culiatornillan tras una mesa en la que se acumulan los papeles mientras el responsible se zampa tremendas tortas o taquitos del canastero de la esquina.

 

Todos estos y muchísimos mas, controlados por la tiranía de los relojes checadores que al menos les permiten gozar de tiempos libres entre la salida del empleo y el descanso familiar.

 

Con el control vienen las prestaciones que son acumuladas de acuerdo con los registros del relojito y el encargado de anotar cotidianamente ausencias, retrasos y faltas.

 

Los reporteros son una raza aparte. Salen de su casa ignorando su futuro inmediato, a dónde lo llevará la orden de trabajo y a qué hora quedará libre. Ni siquiera la seguridad de un tentempié apresurado o una grata comilona.

 

El horario de los reporteros no les pertenece a tal nivel que no les es dable fijar compromisos que no sean de trabajo, sociales pues, ni con su familia.

 

Al salir a la calle es el reportero y su circunstancia. Usará el tiempo como mejor convenga a su trabajo que ejercerá bajo criteriosy aplicando experiencias personales.

 

El reportero no puede esgrimir ante el incumplimiento de una orden, que estaba lloviendo, tenia mucho calor, le dio frío o le entró mucha hambre.

 

Sin saberlo, no es algo que inquiete a un profesional de la información, lleva a cabo un apostolado que lo condiciona a aceptar toda suerte de sacrificios.

 

Los hace sin pensarlo ni sobre valorarlos. No tiene reloj checador, tampoco capataz ni supervisor y su unica medida es él mismo, el resultado de su esfuerzo y la maravillosa perspectiva de lograr un espacio en la primera plana.

 

Y luego ver que sus datos, lo investigado, pasa a poder de analistas que ya se adornarán por haber descubierto y revelar lo que el reportero hizo y logró.

 

Sin reporteros no hay información…

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