Opinión

Sin decir adiós

Los más de cien mil desaparecidos registrados oficialmente en México son clara muestra de la impunidad y la peor tragedia que le puede ocurrir a cualquiera

María Ortiz

 

La desaparición de personas es un problema de toda la humanidad, las cifras son alarmantes, las víctimas no solo son los desaparecidos si no sus familiares y personas allegadas a ellos que también sufren.


A pesar de todos los esfuerzos de sus familias, conocidos, las organizaciones y algunas autoridades, las desapariciones siguen ocurriendo a diario en nuestro país.

La Organización de las Naciones Unidas a través de sus diferentes órganos como la ACNUDH Y CED hacen un llamado urgente y exigente a las autoridades para prevenir y erradicar esta situación tan catastrófica y se compromete a acompañar al Estado Mexicano en su lucha en contra de esta violación de los derechos humanos que causa un sufrimiento indescriptible que perjudica a la sociedad en conjunto.

Los esfuerzos no deben limitarse para que se haga justicia y dejen de ocurrir esos abusos que viven personas que sin deberla ni temerla son víctimas de esta flagelación.


Según el registro nacional de desapariciones que data desde 1964, dice que una cuarta parte de las personas desaparecidas son mujeres y gran parte menores de 18 años, El Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas e Involuntarias de la Organización de las Naciones Unidas (GTDF) registró oficialmente entre el 15 de marzo de 1964 hasta el 16 de mayo de 2022, un total de 245,528 personas que han sido reportadas como desaparecidas, no localizadas y localizadas en el país, de las cuales 100,009 personas al día de  hoy todavía no se sabe dónde están o qué les pasó y 145 mil 519 personas fueron localizadas; 9 mil 914 de ellas sin vida, 135 mil 605 con vida.

La crisis de desaparición que existe en nuestro país es causada por la impunidad ya que no hay sentencia por violaciones a derechos humanos con cadena de mando, la indiferencia y la parálisis social. Es increíble que estemos acostumbrándonos a ver los cientos de miles de homicidios, más de cien mil personas reportadas como desaparecidas la mayoría jóvenes entre los quince y treinta años, miles de fosas clandestinas y la sociedad prefiere voltear para otro lado ¡Que falta de reciprocidad humana! ¡Que impotencia!

Desde el momento en que una persona desaparece se experimenta un shock emocional en el entorno más cercano, la familia, amigos y conocidos quienes no están preparados para actuar ante una situación tan brutal, a partir del momento en que se dan cuenta de la desaparición, los involucrados desarrollan una serie de sentimientos como confusión, miedo, desesperanza, ansiedad, desconfianza, intensa angustia al crearse ideas en torno a la persona desaparecida y su destino, conforme pasa el tiempo la vida de los familiares va sufriendo grandes cambios en todos los entornos trabajo, escuela, amigos, casa, situación socioeconómica y los proyectos a largo plazo.

La perdida nunca termina de pasar o de aceptarse, el duelo queda en pendiente en el tiempo, esa incertidumbre e impotencia de no encontrarlos y asumir que la persona está muerta aun cuando no se haya confirmado oficialmente, la ausencia de los restos, la imposibilidad de no darles sepultura y la falta de castigo a los hechos, los hará sentirse responsables como si ellos lo hubieran matado o dejado morir.

Es necesario que los familiares de una persona desaparecida tengan apoyo psicológico durante y después de la búsqueda de su ser querido, para ayudarles a disminuir los niveles de estrés, ansiedad, culpabilidad y depresión que presenten.

El duelo suspendido y anormal  que viven es complicado por todos los sentimientos negativos que naturalmente viven, la crisis emocional se manifiesta con cansancio, problemas alimenticios, no asisten a trabajar, irritabilidad, agresión hacia sí mismos y a los demás, en el caso de las madres el sentimiento de culpa por no haber cuidado bien a sus hijos y no poder ayudarlos, los niños son los más afectados porque viven el proceso de duelo sin poder manifestarlo o lo expresan a través de berrinches, problemas de aprendizaje y desorden alimenticio, es importante hablarles con la verdad porque como todos necesitan sentirse parte de la familia y se dan cuenta de lo que ocurre y tienen curiosidad y preocupación por lo que están viviendo los adultos.

En México, el desaparecido es poco menos que un vagabundo. Si se los llevaron es porque en algo andarían, se vuelven delincuentes y las víctimas no son tan víctimas, porque son familiares de un delincuente. Y en realidad no tiene que ser así e incluso si así fuera, siguen siendo víctimas.

No porque haya delinquido quiere decir que no es una víctima. La desaparición de un tío, un papá, una mamá, un hermano es lo la peor situación que nos puede ocurrir porque cuando mueren por la razón que sea tenemos certeza de donde están o que les pasó, pero vivir con la duda, la incertidumbre e ignorar qué fue de ellos: ¿Están vivos o muertos? ¿Por qué se los llevaron? ¿Por qué no aparecen? ¿Qué les han hecho?

Es urgente que actuemos como sociedad y como autoridades en todos los niveles, garantizar los derechos a la verdad y la justicia que le han arrebatado a tantos y tantos seres humanos como tú y yo, es una deuda que le debemos a las víctimas desaparecidas y a todos los mexicanos.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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