Opinión

De memoria

La breve gloria…

Carlos Ferreyra

Hubo un lector de textos ajenos que, increíble, hizo historia y sento pautas para programas breves de televisión.
Aparecía cinco minutos varias veces durante cada día, en el canal 5 y el segmento se transmitía como Cincomentarios.
Caballero de la clase de los vividores o vivales, presidía desde un restaurante elegantísimo, donde no admitían descorbatados ni varones sin saco formal.
Tengo la impresión de no haber visto alguna mujer en sus programas.
En los comentarios breves a los que nadie hacía caso por intrascendentes, la gente gozaba mirándolo a los ojos aquilinos y su movimiento pendularmente la cabeza como monito de alambre.
Por esos avatares de la lotería política, un día amaneció embañador en Canadá. Educado en las películas de Cantinflas, pensó que un representante diplomático se le permitía lo que saliera de su, eso sí, amplísima caja craneal.
Llegamos en visita oficial con el preside te López Portillo, al que quiso mostrar habilidades musicales dancisticas de la escuela México.
Bonitos trajes, cuidadosamente seleccionados los infantes rubios, conjunto en el que no se atrevió a incluir a algún prierliro de la propia legación.
En México y en muestra similar en el estadio creo de la UNAM, al final soltaron centenares de globos que explotaron e hicieron un quemadero grave de niños.
Y nada, que para cerrar su mini festival, el embañador llama a un chorro de cuijes que llevaban muy airosos los racimos de globos.
Un circunspecto señor de uniforme orlado de amarillo y rojo, casco de tragahusos, mandó decomisar los globos ante la furia diplomática que subió de tono cuando le indicaron que en actos públicos el jefe de Bomberos era la máxima autoridad.
Debió intervenir el ilustre visitante para aquietar al diplomático. Allí terminó el episodio que tuvo una consecuencia mayor: en la cena de Estado no estuvo presente el e bañador, por decisión personal o del mandatario que muy poco tiempo después lo confinó en una insulsa columna mezcla de chismes políticos y sociales.
El hombre conocido malvadamente como Agustín de los Varios Gómez, un día dejó de ser notorio, se perdió en lo que bien resume un latinajo: Sic Gloria Mundo….

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